Sin pensar demasiado, solemos asumir
que el aquí y el ahora son sinónimos de
evolución y novedad, cuando en realidad
no dejamos de beber del pasado, una ignorancia que condiciona nuestro progreso
educativo. En palabras de Richard Gerver, El valor
de la educación está en el camino, no
en la meta, frase que enlazan perfectamente con la estela que el krausismo dejo en el estado español.
Llegó a España hace más de un siglo, y
fueron los profesores los abanderados de introducir esta doctrina caracterizada
por técnicas y métodos novedosos,
mediante una filosofía de vida, donde se
perseguía una coeducación armónica, activa y gradual, y apta para todas las clases
sociales. Brindando respeto a la diversidad y a la individualidad.
Pero ¿Cuan utópico y ambicioso resultó este
proyecto? Inmersos hoy en día en la era de la comunicación podemos pensar que
no fue un planteamiento realista, cuando tres cuartas partes de la población
era analfabeta. Pero para ver crecer
un brote primero hay que plantar la semilla, y así lo hicieron los docentes de la época,
llevando esta filosofía pueblo por
pueblo, poniendo al alcance de los menos afortunados estos conocimientos que
hoy en día siguen de rabiosa actualidad. Dando paso a la creación de la
institución de libre enseñanza, o a la
primera residencia de estudiantes, donde mentes como la de Buñuel, Dalí o
Federico García Lorca tuvieron el placer
de coincidir y enriquecerse mutuamente.
Esa
semilla ha seguido creciendo, y cultivando las mentes de aquellos cuya
motivación es enseñar, revindicando una educación donde se desarrolle la
espontaneidad y la creatividad. Bendita creatividad! ¿Qué seríamos sin estos
principios? ¿Modernos? No nos dejemos distraer por tanta sobreinformación y
rescatemos los principios que fomentan nuestra capacidad crítica brindándole un
respeto a nuestro pasado.
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